Esa toalla iba a abrirse. Si ella movía las manos, caería al suelo. Judd decidió que, después de todo, no utilizaría sus poderes para impedir que eso ocurriera.
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—¿Qué pasa con los hombres y la testosterona? —masculló, colocándose entre las piernas estiradas de Judd.
—No creo que te gustásemos sin ella.
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—¿Por qué no dejo de contarte cosas que he jurado llevarme conmigo a la tumba?
El contacto fue como una descarga eléctrica.
—Porque sabes que yo siempre seré tu escudo contra las pesadillas.
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—¿Qué pasa con los hombres y la testosterona? —masculló, colocándose entre las piernas estiradas de Judd.
—No creo que te gustásemos sin ella.
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—¿Por qué no dejo de contarte cosas que he jurado llevarme conmigo a la tumba?
El contacto fue como una descarga eléctrica.
—Porque sabes que yo siempre seré tu escudo contra las pesadillas.
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